miércoles, 8 de mayo de 2013

El riesgo financiero del consumidor

Amenazas sobre el consumidor en la elección de las entidades encargadas de custodiar sus ahorros y las pólizas de vida.

Ideal versus realidad

Ideal No.1: Si el Estado quiere preservar la confianza en el sistema financiero, creará instituciones con capacidad para fiscalizar a las entidades financieras.

Ideal No.2: Si el usuario de los  bancos, aseguradoras y cooperativas tiene conciencia de los riesgos financieros, será cuidadoso, suspicaz y receloso al momento de colocar su patrimonio en manos de terceros.

La realidad, lastimosamente, se aleja mucho de los ideales, y en los últimos años hemos visto caer en la quiebra a entidades financieras que arrastran consigo los ahorros y esperanzas de miles de panameños, condenándolos a una incierta y lejana recuperación de los interventores o liquidadores. Como recordatorio los dos casos más recientes: (1) la Aseguradora British American en 2010 y (2) la Cooperativa de Ahorro y Crédito Empleados de la Caja de Seguro Social, R.L. (Coacecss) en 2013. 

Ambas debacles tuvieron en común los manejos irresponsables de la dirección de la empresa y la falta de supervisión previa por parte de los entes reguladores que solo fueron efectivos en la liquidación, cuando ya era muy tarde para salvar la situación.  En particular, en el caso de British American, la Superintendencia de Seguros y Reaseguros de Panamá no detectó a tiempo la insuficiencia patrimonial de la aseguradora.  Por su parte, en el caso de Coacecss, el Instituto Panameño Autónomo Cooperativo no estaba al tanto de los negocios en que incursionaba la cooperativa, entre otras fallas que diariamente salen a luz pública.

Naturaleza del riesgo financiero

El riesgo, en su definición más elemental, es la contingencia o proximidad de un daño. En el plano económico, se refiere a la probabilidad de ocurrencia de un evento que tenga consecuencias financieras negativas.  El riesgo es algo inevitable.  Decía Walter Wriston, líder de Citibank entre 1967 y 1984, que  “en la vida todo es administrar el riesgo, no eliminarlo”. 

Como parte del esfuerzo para administrar los riesgos y sus pérdidas consecuentes, la industria financiera invierte masivas cantidades de dinero, tiempo y talento gerencial.  Por ejemplo, los bancos contratan ejércitos de abogados y financistas para administrar el riesgo de crédito de sus clientes.  Por su parte, las aseguradoras cuentan con actuarios que cuidan la rentabilidad ajustando las tarifas y las coberturas en relación a la probabilidad de siniestros de las pólizas.  Y así -̶-banco tras banco, aseguradora tras aseguradora-̶  el panorama es similar:   grupos de especialistas altamente entrenados que tienen como objetivo disminuir el riesgo financiero.

No obstante, la ecuación del riesgo en la industria financiera no está completa si no se considera al cliente o usuario de los servicios.  Es importante mencionar que la carga del riesgo varía de acuerdo al rol del usuario: activo o sujeto y pasivo u objeto.  Si el rol es activo, la entidad está en riesgo; la manifestación de pérdidas está en manos del usuario, por ejemplo: cuando hace uso de créditos o se tiene un seguro.  Si el rol es pasivo, el cliente lleva a cuestas el riesgo;  el riesgo está bajo control de la entidad como cuando utiliza los fondos de los clientes (ahorros, plazos fijos o pólizas de vida) para financiar sus actividades.   Evidentemente es en el rol pasivo donde debe enfocarse la atención del consumidor, ya que de las contingencias del rol activo se encarga la entidad financiera.

Mitigantes del riesgo en el rol pasivo

En un escenario donde la capacidad de los reguladores dista de ser suficiente para evitar los malos manejos  ¿qué le queda al polizahabiente o al cooperativista, desconocedor de riesgos financieros, para evitar ser víctima de alguna quiebra provocada?  Honestamente, para el consumidor no especialista, es difícil detectar señales tempranas de deterioro que indiquen un retiro a tiempo de los fondos.  De hecho, la industria financiera con sus ejércitos de financistas, abogados y especialistas, no escapa de las pérdidas derivadas de las quiebras de sus clientes.  No obstante, hay que hacer el esfuerzo de guardar precauciones que surgen del sentido común.  A continuación presentamos algunas de ellas:


  1. Elegir instituciones financieras que estén entre los líderes del mercado: un jugador marginal que está perdiendo terreno o tenga dificultades para abrirse paso en el mercado estará tentado a conductas riesgosas, incluso ilegales, en el uso de los fondos.  En cambio una institución bien establecida y/o en crecimiento sano es menos inclinada a ceder los fondos a cualquier aventura empresarial.
  2. No dejarse seducir por el slogan de “más intereses por sus ahorros”: Recordemos que una mayor rentabilidad es antecedida por mayor riesgo.  De esta realidad nadie escapa, así que afinemos el olfato cuando algún elocuente banquero nos ofrezca por los fondos una tasa de interés superior al promedio del mercado, y preguntemos ¿dónde va invertir los fondos para obtener ese retorno?
  3. Para los miembros de cooperativas de ahorro y crédito: Participar activamente y con ánimo inquisitivo de las asambleas para conocer el estado de los negocios de la cooperativa que, a fin de cuentas, son realizados con los recursos que aportan los asociados. Velar por la independencia y el buen juicio financiero del Comité de Crédito ya que ahí es donde se asignan los créditos, fuente de riesgo primaria.
En conclusión, cada vez que se pone dinero, ya sea en una cuenta de ahorros, plazo fijo o en una póliza de vida, se debe estar pendiente a cambios en el entorno y en la institución financiera, por ejemplo: cambios en ejecutivos clave, nuevos propietarios, incursión en nuevos negocios, entre otros.  Nada suplanta a la vigilancia estrecha de cada interesado.  No en vano dice el refrán que “el ojo del amo engorda al ganado”. 

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