Ideal versus realidad
Ideal No.1: Si el Estado quiere preservar la confianza en
el sistema financiero, creará instituciones con capacidad para fiscalizar a las
entidades financieras.
Ideal No.2: Si el usuario de los bancos, aseguradoras y cooperativas tiene conciencia
de los riesgos financieros, será cuidadoso, suspicaz y receloso al momento de
colocar su patrimonio en manos de terceros.
La realidad, lastimosamente, se aleja mucho de
los ideales, y en los últimos años hemos visto caer en la quiebra a entidades
financieras que arrastran consigo los ahorros y esperanzas de miles de
panameños, condenándolos a una incierta y lejana recuperación de los interventores
o liquidadores. Como recordatorio los dos casos más recientes: (1) la Aseguradora
British American en 2010 y (2) la Cooperativa de Ahorro y Crédito Empleados de
la Caja de Seguro Social, R.L. (Coacecss) en 2013.
Ambas debacles tuvieron en común los manejos
irresponsables de la dirección de la empresa y la falta de supervisión previa
por parte de los entes reguladores que solo fueron efectivos en la liquidación,
cuando ya era muy tarde para salvar la situación. En particular, en el caso de British
American, la Superintendencia de Seguros y Reaseguros de Panamá no detectó a
tiempo la insuficiencia patrimonial de la aseguradora. Por su parte, en el caso de Coacecss, el
Instituto Panameño Autónomo Cooperativo no estaba al tanto de los negocios en
que incursionaba la cooperativa, entre otras fallas que diariamente salen a luz
pública.
Naturaleza del riesgo
financiero
El riesgo, en su definición más elemental, es
la contingencia o proximidad de un daño. En el plano económico, se refiere a la
probabilidad de ocurrencia de un evento que tenga consecuencias financieras negativas. El riesgo es algo inevitable. Decía Walter Wriston, líder de Citibank entre
1967 y 1984, que “en la vida todo es administrar el riesgo, no
eliminarlo”.
Como parte del esfuerzo para administrar los
riesgos y sus pérdidas consecuentes, la industria financiera invierte masivas
cantidades de dinero, tiempo y talento gerencial. Por ejemplo, los bancos contratan ejércitos
de abogados y financistas para administrar el riesgo de crédito de sus
clientes. Por su parte, las aseguradoras
cuentan con actuarios que cuidan la rentabilidad ajustando las tarifas y las coberturas
en relación a la probabilidad de siniestros de las pólizas. Y así -̶-banco tras banco, aseguradora tras
aseguradora-̶ el panorama es
similar: grupos de especialistas
altamente entrenados que tienen como objetivo disminuir el riesgo financiero.
No obstante, la ecuación del riesgo en la
industria financiera no está completa si no se considera al cliente o usuario
de los servicios. Es importante
mencionar que la carga del riesgo varía de acuerdo al rol del usuario: activo o
sujeto y pasivo u objeto. Si el rol es
activo, la entidad está en riesgo; la manifestación de pérdidas está en manos
del usuario, por ejemplo: cuando hace uso de créditos o se tiene un
seguro. Si el rol es pasivo, el cliente lleva
a cuestas el riesgo; el riesgo está bajo
control de la entidad como cuando utiliza los fondos de los clientes (ahorros,
plazos fijos o pólizas de vida) para financiar sus actividades. Evidentemente es en el rol pasivo donde debe
enfocarse la atención del consumidor, ya que de las contingencias del rol
activo se encarga la entidad financiera.
Mitigantes del riesgo
en el rol pasivo
En un escenario donde la capacidad de los
reguladores dista de ser suficiente para evitar los malos manejos ¿qué le queda al polizahabiente o al
cooperativista, desconocedor de riesgos financieros, para evitar ser víctima de
alguna quiebra provocada? Honestamente,
para el consumidor no especialista, es difícil detectar señales tempranas de
deterioro que indiquen un retiro a tiempo de los fondos. De hecho, la industria financiera con sus
ejércitos de financistas, abogados y especialistas, no escapa de las pérdidas
derivadas de las quiebras de sus clientes.
No obstante, hay que hacer el esfuerzo de guardar precauciones que
surgen del sentido común. A continuación
presentamos algunas de ellas:
- Elegir instituciones financieras que estén entre los líderes del mercado: un jugador marginal que está perdiendo terreno o tenga dificultades para abrirse paso en el mercado estará tentado a conductas riesgosas, incluso ilegales, en el uso de los fondos. En cambio una institución bien establecida y/o en crecimiento sano es menos inclinada a ceder los fondos a cualquier aventura empresarial.
- No dejarse seducir por el slogan de “más intereses por sus ahorros”: Recordemos que una mayor rentabilidad es antecedida por mayor riesgo. De esta realidad nadie escapa, así que afinemos el olfato cuando algún elocuente banquero nos ofrezca por los fondos una tasa de interés superior al promedio del mercado, y preguntemos ¿dónde va invertir los fondos para obtener ese retorno?
- Para los miembros de cooperativas de ahorro y crédito: Participar activamente y con ánimo inquisitivo de las asambleas para conocer el estado de los negocios de la cooperativa que, a fin de cuentas, son realizados con los recursos que aportan los asociados. Velar por la independencia y el buen juicio financiero del Comité de Crédito ya que ahí es donde se asignan los créditos, fuente de riesgo primaria.
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