En el imaginario colectivo del Panamá rural
está muy presente el recuerdo de los pioneros. Al hablar de pioneros nos
referimos a los ganaderos, agricultores y empresarios que sentaron las bases
modernas de la economía rural y urbana del interior de la República, por medio de
la introducción de genética novedosa, la implementación de nuevas prácticas y la
construcción de infraestructura, entre otros aportes. En las remembranzas de los pioneros se evoca,
principalmente, el férreo carácter del que hicieron gala en sus mejores años, el
tesón que caracterizó su trabajo, y la actitud inclaudicable ante las
limitantes existentes en tiempos pasados.
Y es que los problemas en el sector
agropecuario siempre han existido. Antes
no había medicamentos para tratar las enfermedades de animales ni plantas. El
acceso a fuentes de capital era muy caro por la ausencia de oferta crediticia. Las vías y los medios de comunicación eran
limitados. No existían profesionales a
los que recurrir en busca de consejo u orientación. Y aún así, contra viento y marea, los
pioneros llegaron a buen destino.
Además de las innegables cualidades personales, muchos de estos individuos practicaron una administración financiera cuyos fundamentos no pierden vigencia con el paso del tiempo. Dichas prácticas surgieron de la experiencia formal, la intuición y el olfato empresarial. A continuación enlistamos algunas de ellas:
- Frugalidad en buenos y malos tiempos: Practicaban un estricto control de costos con lo cual se evitaba el malgasto de recursos, tanto en la actividad comercial como en la vida personal y familiar. Esto permitía capitalizar las utilidades que progresivamente iban rindiendo sus actividades. Ayudaba mucho que en aquellos tiempos la vida era más sencilla y no se estaba sometido al embate del consumismo ni a los estilos de vida importados.
- Inversiones en la medida de las posibilidades: Por la escasa oferta de crédito a precios razonables, la única manera factible que se tenía para obtener fondos de inversión eran la generación interna de fondos de la actividad. En otras palabras, reinvertían la mayoría de las utilidades.
- Diversificación cerca del negocio central: Dado que los recursos eran escasos y tomaba mucho tiempo su acumulación, se invertía en actividades comerciales que les fueran conocidas o estuviesen relacionadas con el negocio original. De esta manera moderaban el riesgo. Si se era ganadero, entonces se optaba por la venta de carne y leche. Si se dedicaban al cultivo de la caña, incursionaban en la fabricación de panela y miel.
- Uso de moderado de deuda: Se veía con desconfianza la entrada en escena del prestamista, pues acentuaba el riesgo y la fragilidad con los altos intereses de aquel entonces. En el mejor de los casos, significaba comprometer parte de las ganancias futuras para el repago del crédito o, en el peor, la pérdida de espacio para maniobrar ante la adversidad.
Cada una
de estas prácticas está estrechamente entrelazada: el control de costos y la
frugalidad abre las puertas a la capitalización; la acumulación de fondos permite
la inversión de bajo riesgo sin deuda; la incursión en actividades en que se
tiene experiencia y conocimiento, reinicia el ciclo. De esta manera, estos individuos trabajadores
crearon riqueza para su familia, para su región y para el futuro.
Enfrentados
a las dificultades económicas y ambientales que amenazan actualmente al agro, es
saludable no perder de vista las enseñanzas de los pioneros; hombres y mujeres
que con valor e imaginación afrontaron los retos en los años del despertar de
las provincias interioranas.
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