El capital de trabajo
Entre más se vende y más se gana, es mejor. De eso no hay duda. No obstante, la situación financiera de un negocio no solamente está determinada por los resultados, sino también por el balance entre lo que se tiene (activos) y lo que se debe (pasivos). Muchos dueños y gerentes por estar enfocados en las ventas y los márgenes, a veces pierden de vista la importancia del balance y es entonces cuando paradójicamente una empresa con crecimiento en ingresos comienza a tener problemas para cumplir sus compromisos.
Un concepto fundamental en la administración de un negocio, que no surge con frecuencia dada la centralidad de las ventas, es el capital de trabajo. Se define como el excedente entre lo que se tiene y lo que se debe a corto plazo, es decir a menos de 12 meses. También se explica como la porción de activos corrientes, tales como inventario y cuentas por cobrar, que es financiada con fuentes de largo plazo como la deuda bancaria a más de un año o aportes de accionistas. A continuación, el cálculo contable del capital de trabajo:
Capital de trabajo = activos corrientes – pasivos corrientes
Capital de trabajo = (efectivo + cuentas por cobrar + inventario) – (cuentas comerciales por pagar + deuda bancaria a corto plazo)
Lo importante del capital de trabajo es que a mayor cantidad, mayor probabilidad en que se cumplirán los compromisos a corto plazo. Veamos el siguiente ejemplo: la empresa A tiene como único activo corriente un inventario de $100,000 y como único pasivo corriente, la cuenta por pagar al proveedor por $50,000. Otra empresa idéntica, la empresa B, tiene un inventario de $100,000 y una cuenta por pagar a proveedor de $90,000. A tiene $50,000 de capital de trabajo y B tiene $10,000. Esto significa que la empresa A es menos susceptible a incumplir a sus proveedores en caso que se registre un baja en ventas y cobros. En cambio, la empresa B depende más de la habilidad de vender y cobrar; ante una mínima disminución del ritmo comercial puede caer en cesación de pagos, el primer paso hacia la quiebra financiera.
Además de la cantidad, es necesario que el capital de trabajo sea de calidad, es decir que sus componentes se puedan convertir en efectivo en un tiempo prudencial. Esto se logra teniendo un inventario atractivo para los clientes y dando crédito a buenos clientes que se traduzcan en cuentas por cobrar recuperables.
Aumentar el capital de trabajo no es fácil. Para eso los activos corrientes se deben financiar en mayor medida con recursos a largo plazo, por ejemplo: los aportes de accionistas, deuda hipotecaria y retención de utilidades. Cada una de estas fuentes de capital de trabajo tiene sus condiciones. El nuevo aporte de accionista requiere que la empresa sea lo suficientemente atractiva y rentable para convencer a los dueños de dar nuevo capital. La deuda a largo plazo demanda bienes raíces como garantía. La retención de utilidades implica frugalidad por parte de los accionistas y un compromiso con el largo plazo por encima de la gratificación inmediata. Ninguna de las fuentes de recursos a largo plazo es de fácil obtención.
Contar con un capital de trabajo suficiente y de calidad es una garantía de supervivencia en tiempos malos y de mayor flexibilidad en tiempos buenos. Asimismo, hace más resistente al negocio a eventualidades como desastres naturales, accidentes, interrupciones de la producción y a los errores humanos, como puede ser una venta incobrable, una errada decisión en la producción o compra de inventario, entre otras. El capital de trabajo es para la empresa lo que el ahorro es para el individuo: permite afrontar desastres que de otra manera pondrían en peligro la sostenibilidad del negocio.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario