Sinopsis: ¿Por qué una persona luego de años de
trabajo honesto decide defraudar y malversar aquello que le fue dado en
confianza?
Hay un riesgo que siempre está
latente en toda actividad que tenga que ver con dinero, ya sea en una empresa,
en el gobierno, en la política, en la familia; en fin en cualquier organización
que tenga que administrar recursos económicos.
Este riesgo ocurre cuando personas de confianza se convierten en
defraudadores de la confianza en ellos depositadas. Es decir, el riesgo del fraude.
Las organizaciones están muy
conscientes de la probabilidad del fraude.
Por eso es que crean procesos, controles, políticas, auditorías y
sistemas colegiados de decisión; todos
con el fin de disminuir la natural propensión de algunos individuos a
aprovecharse indebidamente de los recursos a su disposición.
El fraude es un demonio que se
esconde agazapado en la naturaleza humana.
Es pariente cercano de la corrupción y la malversación; esas que tanto
se critican en tribunas electorales y que, luego en el poder, resultan ser un
animal escurridizo y difícil de contener.
El fraude surge en todos los niveles.
Entre más cuidadosa es la organización, más sofisticado y meticuloso es
el defraudador.
En la década de los setenta, Donald
Cressey, un estudioso del crimen organizado y de cuello blanco, creó el concepto del triángulo del fraude que
describe con maestría las condiciones que se tienen que dar para que una
persona ejecute un acto fraudulento. Los
tres componentes del triángulo del fraude son:
- Presión o incentivo: Ocurre cuando la persona se encuentra en un problema financiero que excede su capacidad. Puede ser un problema de su entorno social (enfermedad de un ser querido, exceso de deuda, consumismo rampante), un problema personal (adicción al casino, ambición desmedida, deseo de status) o un problema del trabajo (presión por metas inalcanzables). No hay persona exenta de alguno de estos problemas. Sin embargo, la gran diferencia es que para el defraudador este problema es motivo de vergüenza y marginación social.
- Oportunidad: Comienza cuando el potencial defraudador percibe una debilidad o brecha en el sistema o en los controles. Tiene que haber una baja probabilidad de ser atrapado, de otra manera el defraudador no ejecuta su plan.
- Racionalización: Esta es la etapa de la justificación. El defraudador se llega a convencer que la situación que sufre es tan injusta y que puede ser resuelta sin riesgo, que toma la decisión de aprovechar la oportunidad manifiesta. Algunos ejemplos de justificación: “esto es prestado, luego lo devuelvo”, “no me pagan suficiente”, “no me dieron ese puesto que merecía”, “esta empresa es deshonesta y merece ser tratada así”, “lo hago por mi familia”. Así como cada cabeza es un mundo, cada persona creara su propia justificación.
Conocer los factores que originan el
fraude, ayuda en primer lugar a reconocer las circunstancias que aumentan su
ocurrencia. Por ejemplo: controles
deficientes, centralización de la autoridad en un individuo, personal
descontento, entre muchas otras. Y
segundo, quizá lo más importante, es que nos ayuda evitar conscientemente
situaciones que puedan llevarnos a cometer fraude. No olvidemos que el común de los fraudes es
ejecutado por individuos ordinarios que se encontraron con una necesidad, una
oportunidad y justificaron su conducta.
Llegado el momento de la verdad, presionados por la realidad injusta y
siendo conocedores de alguna oportunidad de resolver nuestros problemas, la
responsabilidad de luchar contra los impulsos negativos es una batalla
personal. De uno depende no tomar el
camino torcido del fraude.
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