En la vida hay diversos tipos de riesgos. Primero, están los riesgos evitables que por
medio de una buena rutina o práctica se disminuye su posibilidad de ocurrencia.
Por ejemplo, los procesos, políticas y estándares que abundan en las empresas
hoy en día, apuntan a la uniformidad y a evitar los sobresaltos en la
operación. Segundo, están los riesgos
asumidos voluntariamente teniendo como objetivo una recompensa. De esto se
trata toda actividad económica: de afrontar riesgos con el propósito de obtener
beneficios. La forma de mitigar el
riesgo de la actividad económica es la razón por la que se estudia, se entrena
o se práctica un oficio, con el fin de ejercerla buscando beneficios con
riesgos controlados. Y por último, están
los riesgos incontrolables e imponderables, que escapan al alcance y previsión
humana. Por ejemplo, las catástrofes
ambientales, las fallas complejas en los sistemas de control o el azar.
Existe un riesgo humano que contiene los tres componentes de las
categorías de riesgos antes descritas.
Es el riesgo del deterioro de la salud.
Los buenos hábitos ayudan a disminuir la propensión a ciertas
enfermedades, mientras que los abusos y genética individual agravan algunas
condiciones y, a pesar de todo el cuidado que se pueda tener, existe un
componente catastrófico. Para este
complejo riesgo la industria aseguradora tiene la póliza de salud que protege
sobre los gastos incurridos por tratamientos médicos y de hospitalización
ocasionados por accidentes o enfermedades.
Dado que es un producto que tiene implicaciones económicas y vitales tan
importantes, es crítico que el administrador prudente conozca sus principales
características:
- Funciona principalmente para las enfermedades de gran magnitud: es un producto diseñado para cubrir el patrimonio del asegurado en caso de una enfermedad que demande mucho dinero en su atención y tratamiento. Si bien tiene entre sus coberturas la atención médica ambulatoria y de consultas, donde se demuestra su relevancia es en las situaciones graves. Precisamente aquellas inesperadas y con alto potencial catastrófico.
- Requiere de participación del asegurado en el riesgo: para que la cobertura entre en efecto los gastos tiene que superar un límite mínimo. Hay tres tipos de participación del asegurado: (1) el deducible que aplica a los gastos de farmacia y que establece que después de un monto de compras acumuladas en un año, la compañía entra a pagar un porcentaje que varía; (2) el co-pago es el monto que asegurado debe pagar inicialmente para que el seguro cubra el resto; (3) el coaseguro es cuando la cobertura de la aseguradora es parcial para ciertos eventos, por ejemplo que cubra el 80% de prótesis.
- Tiene límites vitalicios o renovables anualmente: existen dos tipos de seguro de salud. El más económico que tiene una suma asegurada máxima a cubrir por toda la vida. El más costoso que tiene una suma asegurada que se renueva todos los años. Otra vez, el valor de esta distinción entra en escena cuando se tiene una afectación grave.
- La sostenibilidad de la aseguradora en el tiempo es un factor crítico: la edad, el estado de salud y las condiciones pre-existentes determinan el costo y las coberturas de la póliza de salud. Si una persona sana adquiere una póliza con una compañía y con el tiempo desarrolla una enfermedad, seguramente ninguna otra querrá asegurar algo que ha dejado de ser una probabilidad para convertirse en una certeza. Por eso en pólizas de salud es mejor elegir las compañías más robustas y con mayor permanencia, en vez de aquellas compañías nuevas que por abrirse mercado hacen planes osados y usualmente descabellados, que afectan su permanencia en el tiempo.
La póliza de salud es un instrumento de
protección que demanda del usuario conocimiento previo, tanto para la compra
como para su utilización. En el
siguiente artículo seguiremos desarrollando el tema.
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